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El vacío interior que te desconecta de tu hijo

El vacío interior que te desconecta de tu hijo

Por Nancy Erica Ortiz - 19 de Mayo de 2019

Empecemos por esto: Muchos de nosotros hemos sido educados por adultos que sentían un gran vacío, personas, en su mayoría, desconectadas de sí mismas, viviendo desde un ligero a agudo sinsentido, heridos internamente, solos, descontenidos. Adultos que estaban pero no estaban. Y, para un niño, no hay nada más desolador que sentir que sus padres no están, que no ven, que no pueden contener. El niño se siente abandonado, lo cual le genera un gran vacío interno.
Pero, atentos, no estoy diciendo con esto que hay alguien a quien culpar si algo o mucho de nuestra infancia no fue como hubiésemos querido. La vida es un acontecer dinámico de muchos misterios. Elevándonos por sobre las situaciones vividas, podemos abrazar la idea de que, así hayamos experimentado un gran dolor, siempre hubo un orden y sabiduría conteniéndonos.

El vacío que sentimos

Como resultado hoy hay adentro de muchos adultos un agujero en el alma, una parte solitaria, triste, deshabitada, descontenida.
En estado de “duelo”, así están muchas personas; duelando la pérdida de su alegría, vitalidad, magia, potenciales, identidad. Para anestesiar este gran dolor muchos buscan refugio afuera, tratando de llenar el vacío a través del hacer, el tener, el consumir. Pero, todo resulta ser pasajero, nada quita esa sensación de angustia, de soledad…
Y ¡guau! en el medio de este duelo nos convertimos en padres, y le tenemos que decir a nuestros hijos “Hola hijo, bienvenido a esta maravillosa vida. Yo voy a acompañarte para que no te desconectes de quien realmente eres”.
Pero, algo no resulta tan fácil. El tener a cargo a un niño parece tocar la fibra más íntima de este dolor escondido. De repente, sentimos que una parte nuestra está impedida, desconectada, y no nos permite hacer contacto real con este ser espléndido que llegó a nuestras vidas.

¿Qué sucede entonces?

Nuestros hijos nos miran y notan que no estamos, que estamos atrapados adentro, perdidos, buscando brújula. Y ellos nos necesitan tanto que van a traer nuestra presencia de la forma que sea. Muchos niños lo logran haciéndonos enojar, porque cuando nos enojamos nos hacemos conscientes del presente, nos encendemos, nos habitamos. Otra forma en que nos convocan es trayéndonos problemas en los que debemos ocuparnos, o llamando nuestra atención con ciertos síntomas, incluso, enfermedades.
Así, el niño también se va desconectando de si mismo, entra en estado de supervivencia, de alerta, más que en estado de entrega y confianza.

Sabiendo esto, ¿qué hacemos ahora?

Primero, reconocer que hay una parte adentro que está desconectada, abandonada, solitaria, perdida. Si aceptamos que es así, estaremos dando un gran paso porque nos haremos conscientes de todo lo que hacemos para evitar sentir esa parte, para llenar ese agujero, ese espacio que necesita amor y cuidado, ahora, de nosotros mismos.
Segundo, si estamos conscientes, rápidamente identificaremos cuándo no estamos conectados realmente con nuestros hijos. Así ellos no necesitarán hacer cosas para hacernos volver, nosotros nos habitaremos por nuestros propios medios.
Sentirás como que despertaste de un gran y largo sueño. Comenzarás a sentir que llegas a una fiesta; se despertará una alegría por existir, por darte cuenta, por primera vez, de todo lo que había a tu alrededor, por mirar a tu hijo y verlo realmente.
Por supuesto, llegar a esto puede llevarte tiempo y procesos, pero una vez que nos decimos “si” abrimos una puerta para nunca más cerrarla. Ahí el camino comienza, siémbrale flores.

Autora: Nancy Erica Ortiz
BioEducadora

Este tema, entre otros, será tratado en el Retiro Espiritual de Caminos al Ser  

Nancy Erica Ortiz es Facilitadora del Curso a Distancia "Los Niños de Hoy" 

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