Hemos generado un “falso yo” para tener un lugar. Este “falso yo” lo creamos desde pequeños por instinto de supervivencia, ¿qué quiere decir esto? Que desde niños nos vimos obligados a decidir si éramos nosotros mismos, y con ello asumíamos el riesgo a no ser queridos y aceptados o, si dejábamos de lado lo que éramos realmente, lo que necesitábamos realmente, pero ganábamos con ello la seguridad del cariño de nuestros padres. Y la mayoría decidió renunciar a lo que era, a lo que legítimamente necesitaba, pero a cambio obtuvo algo fundamental para un niño, cierta aceptación, protección, amor, pertenencia…
Pero, ¿qué ocurre hoy con este adulto que de niño no fue espontaneo y libre? Sigue actuando como niño, es decir, aun reproduce este “falso yo” para ser bien visto, para estar incluido en la vida de las personas que considera, necesita... Muchas veces dice “si” cuando quiere decir “no”, dice “iré” cuando quiere decir “me quedaré”... Abusa de si mismo, no se escucha ni se sabe respetar; repite las antiguas estrategias de supervivencia, traiciona su verdadero Yo, renuncia a su discernimiento y necesidad para obtener, gracias a su sobreadaptación, un aparente amor.
La mayoría no sabe cómo es, qué quiere, quién es realmente, en otras palabras, cuál es su “Yo Real”. Hemos sido tanto tiempo algo que no éramos, hemos hecho tanto lo que no queríamos hacer, que si hoy nos dicen: “Haz lo que quieras, sé tu mismo” no sabemos qué hacer, qué elegir, lo que necesitamos o quisiéramos. Quedamos paralizados.
Esto es motivo de grandes angustias “sin razón aparente”, motivos de crisis y depresión, de ansiedad, de sentimientos de vacío y desolación. Lloramos sin saber por qué, nos duele algo que no podemos hacer consciente. Duelamos aun el Yo que éramos, el Yo que somos y no podemos vivir…
Aquí compartiré un extracto de un libro maravilloso: “El drama del niño dotado” de Alice Miller, que deja en claro este tema:
“Miedo e inseguridad era lo que yo experimentaba en aquellas horas de desolación infantil: miedo al castigo, miedo a los impulsos de mi alma, que consideraba prohibidos y perversos." Del relato Alma Infantil de Hermann Hesse.
Como en muchos niños parecidos, Hesse era tan difícil de soportar para sus padres no pese a, sino debido a su riqueza interior.
Sucede a menudo que los talentos y dones de un niño (intensidad de sentimientos, profundidad vivencial, curiosidad, inteligencia y atención, que naturalmente incluye un sentido crítico), enfrentan a sus padres con conflictos de los que estos habían intentado defenderse con normas y preceptos hacia ya mucho...
Hesse abandonó aquel niño original, rebelde, "difícil" e incómodo para sus padres que él mismo había sido. No podía dar cabida en su interior a ese importante fragmento de su Yo: tuvo que expulsarlo. Su auténtica gran nostalgia del verdadero Yo permaneció insatisfecha.
Pese a su gran resonancia, a sus éxitos y el premio Nobel, Hesse fue víctima, en sus años de madurez, de la trágica circunstancia de vivir separado de su verdadero Yo, de aquello que los médicos, para abreviar, denominan depresión.”
Te invito al Taller “Las Heridas de mi Infancia”, cómo me afectan a mi, a mis hijos y la relación de pareja”. Aquí encontrarás la posibilidad de verte, encontrarte y dar lugar a tu verdadero Yo.
Autora: Erica Nancy Ortiz - BioEducadora